En el ambiente cálido y familiar de la terraza de Can Roca, en el barrio de Taialà en Girona, Antonio Tirado, un residente local de 85 años, observa el ir y venir de visitantes en busca de la afamada cocina de los hermanos Roca. Desde aquí, Joan, Josep y Jordi Roca han expandido su imperio gastronómico con una facturación anual de 20 millones de euros y un equipo de 300 personas. El núcleo del grupo sigue siendo El Celler de Can Roca, nombrado el mejor restaurante del mundo en varias ocasiones, pero la familia ha diversificado con locales como Normal, el hotel Casa Cacao, y la heladería Rocambolesc. Los Roca, profundamente arraigados en su comunidad, han rechazado ofertas internacionales para replicar su éxito, prefiriendo desarrollar su marca localmente, lo que les ha granjeado el cariño y reconocimiento tanto de los vecinos de Girona como de visitantes internacionales.
La vinculación emocional de los Roca con Girona es palpable no solo en su negativa a abrir sucursales fuera de España, sino también en su reciente expansión en el castillo de Sant Julià de Ramis con el complejo Esperit Roca. Este emprendimiento alberga una destilería, hotel y restaurante, reforzando una gastronomía local que combina tradición y modernidad. Aunque disfrutan de giras internacionales y colaboraciones con marcas como The Macallan en Escocia, los Roca permanecen centrados en fomentar un comercio genuino, alejado de las grandes franquicias. Al mismo tiempo, han asegurado la continuidad del legado familiar con la participación de sus hijos en los negocios. A pesar de los desafíos históricos, como la pandemia, y los cambios en el entorno de negocios, el espíritu y la visión de innovación de los Roca persisten, revitalizando una Girona que, aunque pequeña, resplandece con un aura culinaria global.
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