El Banco Central Europeo (BCE) ha realizado un segundo recorte en los tipos de interés este año, generando expectativas de recuperación en las economías europeas más rezagadas y manteniendo el ciclo expansivo en España. El BCE prevé un crecimiento progresivo hasta 2026, pero advierte sobre las limitaciones de los instrumentos convencionales de política económica debido a los cambios estructurales actuales. La presidenta Christine Lagarde ha señalado que la persistencia de la inflación en el sector de servicios y las tensiones proteccionistas podrían limitar el giro monetario. Además, se espera que el tipo de referencia del BCE no baje más del 2,5%, lo que redundará en un estímulo limitado. Desde enero, el BCE se deshará de todos los bonos públicos que llegan a vencimiento, haciendo que las condiciones de financiación de la deuda dependan de la percepción de los mercados sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas.
El recorte en los tipos de interés parece insuficiente para contrarrestar las fuerzas que afectan negativamente a la economía europea. Los hogares están incrementando su ahorro y reduciendo el consumo, un comportamiento contrario a lo esperado tras el fin de las restricciones por la pandemia. Aunque la reducción de tipos podría aligerar la carga de los hipotecados e incentivar el consumo, factores como la inflación desproporcionada y las incertidumbres regulatorias limitan su efecto. La inversión empresarial muestra una respuesta más positiva, siendo crucial para abordar los desafíos globales y medioambientales. Sin embargo, la falta de cohesión en el mercado único y las barreras a la movilidad del ahorro entre países obstaculizan la inversión en Europa. En el primer semestre del año, la inversión fuera de Europa superó los 167.000 millones de euros, mientras la entrada de capital extranjero fue diez veces menor. La política monetaria sola no parece suficiente para revitalizar la economía europea, manteniéndose el riesgo de un declive.
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