Hace un mes, Ucrania se convirtió en el primer país en enviar soldados al territorio ruso desde la Segunda Guerra Mundial, causando una gran humillación a Rusia. El avance ucraniano en Kursk, con 10.000 efectivos, demostró un dominio de la guerra de maniobra y provocó que 20.000 rusos abandonaran sus hogares. El presidente Zelenski buscaba levantar la moral ucraniana, aunque la incursión no ha tenido un impacto estratégico significativo. El Kremlin, por su parte, no ha logrado garantizar la seguridad de todos los rusos y sigue obsesionado con ganar terreno en el Donbás. La operación también buscó influir en la comunidad internacional, mostrando la capacidad de Ucrania para justificar el uso de armamento sofisticado. El momento es crítico para ambas partes, con Zelenski y Putin enfrentando desafíos internos y presiones externas.
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