En un rincón emblemático de Madrid, a las «orillas» del estadio Santiago Bernabéu, Miguel Á. Blanco ha sido el rostro de una tradición gastronómica que resiste al paso del tiempo. Durante más de cuatro décadas, su restaurante ha ofrecido a locales y visitantes un espacio donde disfrutar de la auténtica cocina madrileña, convirtiéndose en un testigo silencioso de los cambios vertiginosos que ha experimentado la capital española. Blanco sostiene con nostalgia que la hostelería original, la de su generación, está condenada a desaparecer, arrastrada por la modernidad y nuevas tendencias que transforman el panorama actual.
El restaurante de Blanco, más que un simple establecimiento, es un legado cultural. En un Madrid que cada día se aleja más de sus raíces, su cierre sería el fin de una era. La fiel clientela, que considera el lugar como un segundo hogar, no solo acude por la calidad de los platos, sino por la experiencia única y la calidez del servicio que recuerda a tiempos pasados. Sin embargo, la creciente presión del mercado inmobiliario y las nuevas normas urbanísticas amenazan con borrar este pedazo de historia, llevando consigo una forma de vida que, según Blanco, no tendrá repetición en las generaciones venideras.
Leer noticia completa en El Mundo.