Históricamente, la universidad representaba un privilegio reservado para unos pocos, quienes al egresar eran reconocidos y recompensados con posiciones de prestigio dentro de la sociedad. Durante los años noventa, una explosión en la matrícula universitaria produjo un cambio en la estructura educativa, provocando un auge de facultades y un incremento en el número de docentes, muchos de los cuales, según narrativas contemporáneas, carecían de vocación o pasión por la enseñanza. Este crecimiento excesivo se ha transformado en un problema actual, con facultades que languidecen frente a una baja afluencia de estudiantes, particularmente aquellos locales, mientras se habla de un exceso de centros educativos y profesores. Esta situación ha llevado a una revisión crítica de la relevancia de los estudios universitarios en el contexto social y económico actual, invitando a un replanteamiento del papel que deben jugar.
La propuesta es clara: una centralización y racionalización del sistema universitario, abogando por el cierre de universidades privadas y un enfoque en la educación pública. Sugiere que la opción universitaria debe comunicarse a los estudiantes como una opción más, no como una obligación, y plantea la creación de un sistema educativo que responda a las necesidades reales, con la oferta de becas para quienes muestren auténtica dedicación y mérito. El artículo destaca que el prestigio del título universitario se encuentra en riesgo, y se propone retomar un modelo que priorice la excelencia académica y responda a la evolución social y tecnológica. En un escenario donde el mercado laboral exige habilidades diversas, el llamado es a un reajuste profundo, capaz de equilibrar la oferta académica con las demandas actuales, promoviendo al mismo tiempo el desarrollo de competencias que se alineen con el acelerado proceso de digitalización.
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