Un avión militar, que debía haber aterrizado en el portaaviones Príncipe de Gales, se vio obligado a desviar su ruta hacia India debido a condiciones meteorológicas adversas. El inesperado aterrizaje en suelo indio resultó ser más problemático de lo previsto, ya que el aparato no pudo despegar nuevamente. Durante más de cinco semanas, un equipo compuesto por 14 ingenieros y cuatro soldados ha trabajado intensamente en las reparaciones necesarias, mientras se encargaban de mantener la seguridad del avión en territorio extranjero.
La situación ha generado complicaciones diplomáticas, ya que la aeronave quedó varada mucho más tiempo de lo esperado. Las autoridades británicas han estado en constante comunicación con sus homólogos indios para asegurar la protección del equipo y del avión durante este contratiempo. Mientras tanto, el personal técnico ha enfrentado desafíos técnicos significativos para restaurar completamente la funcionalidad de la aeronave, con el objetivo de que pueda retomar su trayecto planificado hacia su base original.
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