El término ‘fallecer’ proviene del latín ‘fallĕre’, que inicialmente significaba ‘engañar’ o ‘fallar’, y no tenía conexión con la muerte. Su uso evolucionó hasta describir el ‘fallo’ de la vida, convirtiéndose en un eufemismo más respetuoso que ‘morir’. Relacionado con esto está ‘desfallecer’, que deriva de la misma raíz y se refiere a un estado de desmayo o pérdida de fuerzas, sin implicar la muerte.
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