En la playa de El Puntal, en Ribamontán al Mar, Cantabria, se presenció un macrobotellón no autorizado el último sábado de julio, convocando a miles de personas, principalmente jóvenes provenientes de Madrid. Esta celebración coincidió con la Semana Grande de Santander y generó un intenso debate sobre los efectos de la viralidad en las redes sociales para promover eventos de gran escala sin control, especialmente en espacios naturales protegidos. Los lugareños expresan preocupación por el daño ambiental y social que causan estos eventos masivos y espontáneos, transformando un rincón normalmente tranquilo en una escena caótica.
La tendencia de asistir a eventos no regulados ha evolucionado significativamente desde los incidentes iniciales en Alemania y la popular fiesta de Rubí en México. En 2025, aunque el consumo de productos virales como chocolates y muñecos parece controlado por el mercado, la viralidad de experiencias, como el ataque a El Puntal, plantea desafíos significativos. Estos fenómenos reflejan una necesidad de equilibrar el deseo de experiencias compartidas con la preservación de recursos limitados y el respeto por los entornos naturales. Se sugiere que las redes sociales podrían usarse para una organización más sensata y dispersa de eventos, permitiendo disfrutar de manera sostenible y evitando la sobreexplotación de espacios.
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