Curacaví, una localidad ubicada a 40 kilómetros de Santiago, se caracteriza por su constante transformación y espíritu emprendedor de sus habitantes. A lo largo de su calle principal, Ambrosio O’Higgins, se observa a los lugareños con materiales de construcción en mano, reflejo del dinamismo y aspiración por mejorar sus hogares y negocios. La historia y tradiciones de este pueblo chileno están marcadas por familias antiguas y personajes legendarios como «Don Micho», lo que hace de esta comunidad un lugar especial. Sin embargo, recientes hechos de violencia han sacudido a Curacaví, desafiando su reputación de tranquilidad y seguridad.
El martes pasado, un asesinato en el sector de Los Hornitos evidenció el incremento de la delincuencia en la zona. Michael Peñaloza, ingeniero y padre de dos niñas, fue víctima de un robo violento que resultó en su muerte. A pesar de haber denunciado previamente el intento de robo a las autoridades, fue atropellado por los delincuentes en su tercer intento de hurto. Este trágico incidente ha conmocionado a los residentes del pueblo y al país entero, desencadenando una sensación de inseguridad en lugares tradicionalmente considerados como refugios tranquilos. La comunidad de Curacaví, como muchas otras en Chile, ahora enfrenta el reto de preservar su esencia en medio de un panorama de creciente criminalidad.
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