Este sábado, el Ejército de Estados Unidos ocupó el centro de Washington para realizar la primera gran parada militar en más de tres décadas, coincidiendo con el 79º cumpleaños de Donald Trump. El evento, que pretendía conmemorar el 250º aniversario del Ejército, fue ampliamente criticado por descontextualizarse de las habituales celebraciones del 4 de julio, más orientadas hacia desfiles cívicos. La jornada estuvo marcada por protestas en todo el país, donde decenas de miles de ciudadanos se manifestaron en contra de lo que perciben como una deriva autoritaria del gobierno de Trump, quien ya había enviado tropas a Los Ángeles para reprimir manifestaciones ciudadanas. Además, el desfile coincidió con el asesinato de una congresista estatal en Minnesota, lo que añadió una nota de tensión al contexto nacional.
La ceremonia militar atrajo la atención debido a la ausencia de líderes políticos destacados, tanto demócratas como republicanos, quienes evitaron participar en un evento visto como una demostración del ego presidencial de Trump más que como una celebración del Ejército. Figuras como Gavin Newsom, gobernador de California, criticaron duramente el despliegue, asociándolo a prácticas de regímenes autoritarios. Incluso dentro del Partido Republicano, voces como la del senador Rand Paul manifestaron su desacuerdo con el evento. La jornada destacó la creciente polarización en Estados Unidos, con la Casa Blanca defendiendo el uso de la fuerza contra protestas violentas, y figuras como el sheriff Wayne Ivey adoptando posturas agresivas hacia los manifestantes. En resumen, el evento resaltó la intensificación de las tensiones políticas y sociales bajo la administración Trump.
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