La tensión entre el Dalai Lama y el gobierno chino se intensifica mientras se acerca el 90 aniversario del líder espiritual del Tíbet. Durante un evento reciente, el Dalai Lama confirmó que su reencarnación será manejada exclusivamente por el Gaden Phodrang Trust, desafiando así la influencia de Pekín. China, sin embargo, insiste en que el proceso debe seguir un antiguo ritual bajo su supervisión y aprobación. Este desacuerdo marca un nuevo capítulo en la ya complicada relación entre el Dalai Lama, quien ha vivido exiliado en India desde 1959, y el gobierno chino, que lo ve como una amenaza separatista.
El gobierno chino reafirmó su postura a través de Mao Ning, portavoz de Exteriores, señalando que cualquier identificación del sucesor debe pasar por un proceso verificado en China, siguiendo tradiciones que datan del siglo XVIII. La reiteración de esta política tras la publicación de la autobiografía del Dalai Lama subraya la posibilidad de futuros conflictos que podrían culminar en la designación de dos sucesores distintos: uno por parte de los exiliados tibetanos y otro respaldado por China. La comunidad internacional sigue de cerca estos desarrollos, anticipando el impacto que podría tener esta disputa en la estabilidad de la región.
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