La economía de los hogares sigue arrastrando los efectos de la crisis financiera de 2008, sin haber recuperado aún el poder adquisitivo previo a esa recesión. Expertos económicos destacan que, aunque ha habido una leve mejoría en los últimos años, el avance es lento y desparejo. Los ingresos familiares, ajustados a la inflación, han quedado rezagados, afectando directamente el consumo y la calidad de vida de muchos ciudadanos. Las políticas de austeridad y el encarecimiento del costo de vida son factores que han contribuido a la prolongación de este estancamiento económico.
Además, se prevé que los hogares necesitarán «varios años» más para alcanzar nuevamente el nivel económico anterior a la crisis. Los analistas apuntan a la necesidad de políticas económicas que impulsen el crecimiento, como reformas laborales y tributarias que apoyen a las familias y promuevan un aumento real en los salarios. El panorama incierto de la economía global, junto con retos como el cambio climático y la digitalización, plantea obstáculos adicionales para la recuperación total. Mientras tanto, muchas familias continúan adaptándose a esta realidad financiera, ajustando sus presupuestos y redefiniendo sus prioridades económicas.
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