La situación política en España ha suscitado un intenso debate sobre el concepto de «cesarismo democrático», una paradoja que muchos utilizan para describir el liderazgo del presidente Pedro Sánchez. A pesar de los cuestionamientos sobre su tendencia hacia un estilo autocrático, se destaca que España sigue siendo una democracia en deterioro, donde las instituciones como los medios de comunicación y el poder judicial mantienen su función a pesar del acoso. La resistencia al “cesarismo” de Sánchez se manifiesta en la lucha de los poderes establecidos para evitar su perpetuación en el gobierno, dibujando un escenario de tensión entre la política y la realidad.
La raíz del problema, según el historiador Guillermo Gortázar, se encuentra en el presidencialismo que ha ido ganando terreno desde los inicios de la democracia en el país. Este fenómeno ha permitido a presidentes anteriores, incluidas figuras clave de la historia reciente, intentar colonizar las instituciones y evadir la vigilancia del poder legislativo. Gortázar señala que la mudanza a La Moncloa, en tiempos de Adolfo Suárez, marcó un punto de inflexión en la percepción del cargo, contribuyendo a una desconexión con la realidad que, en su forma más extrema, ha llevado a la aspiración de un liderazgo casi imperial. Ante esta compleja situación, el desafío que enfrenta España radica en encontrar un equilibrio que preserve los principios democráticos y limite la acumulación de poder en manos del ejecutivo.
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