A solo tres kilómetros del pintoresco pueblo de Castrojeriz, en la provincia de Burgos, se erigen las ruinas del Convento de San Antón, un emblemático monumento medieval que desarrolló gran relevancia en la historia del Camino de Santiago. Fundado en el siglo XV por la orden de los Antonianos, el convento se asocia con la cura del temido «fuego de San Antón», una enfermedad que afectaba a los peregrinos. Las ruinas góticas que perduran hasta hoy son un recordatorio de la arquitectura religiosa de la época, con elementos que reflejan influencias del monasterio de Las Huelgas y de la sede de los Antonianos en Francia.
El «fuego de San Antón», o ergotismo gangrenoso, era una afección que causaba severos daños en las extremidades de los afectados, y se relacionaba erróneamente con lo espiritual. Muchos peregrinos que recorrían el Camino hacia Santiago de Compostela reportaban milagrosas curaciones a su regreso. Este fenómeno se atribuía a un cambio en la dieta durante el peregrinaje, alejándose del pan de centeno contaminado por el hongo Cornezuelo. Hoy en día, el Convento sigue funcionando con la gestión de Ovidio Campo, siendo un punto de referencia para los peregrinos que aún recorren los 450 kilómetros restantes hacia su meta, en Santiago.
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