La vida nocturna de Madrid, impulsada por los bares de Chueca y fiestas temáticas, ha propiciado un aumento continuo de la cultura drag. Este fenómeno ha convertido la noche madrileña en un refugio para transformistas, quienes a menudo se enfrentan a la precariedad laboral. Para algunas de estas personas, ser drag representa una respuesta a las experiencias de acoso por su feminidad en etapas anteriores de su vida.
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