La reciente operación contra las instalaciones nucleares iraníes ha puesto en el foco al bombardero furtivo B-2, destacándose por su capacidad de evitar radares y alcanzar objetivos globales. Aunque ahora famoso, no es nuevo en el ámbito militar, habiendo participado desde su debut en 1999 en conflictos como Kosovo, Afganistán, Libia y Yemen. Este emblemático avión fue desarrollado por Northrop para la Fuerza Aérea de EE. UU., y sus orígenes se remontan a estudios iniciados en 1979. Con un diseño avanzado y tecnología de invisibilidad mejorada, el B-2 marcó un hito en la evolución de los bombarderos, utilizando técnicas que reducen su firma en los radares enemigos.
La búsqueda de invisibilidad aérea ha sido un objetivo desde la Primera Guerra Mundial, cuando se intentaron diversos métodos para ocultar aeronaves. Con la invención del radar en la Segunda Guerra Mundial, el enfoque cambió hacia minimizar el eco de radar. Este camino técnico llevó al desarrollo del F-117 Nighthawk, y luego al B-2 Spirit, cada uno elevando la sofisticación de la evasión de radares. Ahora, con miras al futuro, la Fuerza Aérea de EE. UU. prevé el B-21 Raider, un sucesor aún más avanzado que podría usar tecnologías emergentes como los metamateriales, prometiendo un nivel de invisibilidad y eficiencia aún mayor para aplicaciones militares.
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