En la actualidad, el debate sobre la libertad y sus defensores ha situado a menudo a los pensadores liberales y conservadores en el centro de la discusión, oscureciendo otras perspectivas políticas. Desde Edmund Burke hasta contemporáneos como Murray Rothbard, Russell Kirk y Michael Oakeshott, ha habido un esfuerzo constante por explicar cómo la humanidad ha avanzado a través del equilibrio entre la libertad, la propiedad y la tradición. Estos valores han definido tanto al liberalismo como al conservadurismo, distinguiéndose por su moderación en la defensa de principios fundamentales, como el respeto a la vida y al imperio de la ley, que han sustentado la civilización occidental.
La victoria de figuras políticas como Javier Milei y Donald Trump parece subrayar un rechazo a la política de izquierdas, vista por algunos como promotora de divisiones y carente de progreso real. Esta narrativa sostiene que los triunfos sociales, históricamente atribuidos a movimientos de izquierda, en realidad surgen de iniciativas liberales y conservadoras, impulsadas por el individuo y la comunidad. En contraste, la filosofía «woke», acusada de dividir y victimizar, es criticada por algunos sectores como una amenaza a la estabilidad tradicional. Según estas voces, el desafío actual radica en ampliar el alcance de las ideas de libertad, apelando a un discurso racional y directo para conectar con la ciudadanía y contrarrestar lo que ven como un antiprogreso perpetuado por enfoque políticos opuestos.
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