La autora explora el papel del perfume en la vida diaria y cómo este va más allá de ser solo una fragancia. Destaca que el perfume que elegimos no solo complementa nuestra presencia, sino que se convierte en una extensión de nuestra identidad. Según su reflexión, un aroma puede ofrecer confort y familiaridad, actuando como un «hogar» al evocarnos recuerdos y emociones positivas.
Por otro lado, también advierte sobre el poder destructivo que un perfume puede tener. Un aroma inadecuado o asociado a experiencias negativas puede generar rechazo o incomodidad, afectando nuestra percepción o la de quienes nos rodean. Este análisis pone de manifiesto la dualidad del perfume como un elemento que tanto puede unirnos como alejarnos.
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