El pasado viernes, en una concurrida rueda de prensa, un representante de la comunidad local confirmó que las acciones de protesta contra la construcción del polémico centro continuarían sin tregua. Esta lucha vecinal ha mantenido su intensidad durante dos décadas, impulsada por el firme rechazo al impacto ambiental y social que, según alegan, el proyecto conllevaría. Los manifestantes aseguran que su oposición no se ha debilitado con el tiempo, y subrayan la necesidad de proteger la identidad y el entorno del área afectada.
Mientras tanto, las autoridades locales han defendido la iniciativa, argumentando que el nuevo centro traerá beneficios económicos y empleo a la región. Sin embargo, el conflicto ha polarizado a la comunidad, con distintos sectores exigiendo mayor transparencia y participación en las decisiones que afectan al territorio. A pesar de los llamados al diálogo y la mediación, el clima de tensión persiste, convirtiéndose en un símbolo de la persistente brecha entre desarrollo urbano y sostenibilidad ambiental.
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