El debate sobre el consumo de agua con gas frente al agua sin gas cobra fuerza en España, donde cada vez más personas optan por la opción espumosa. La Organización Mundial de la Salud recomienda una ingesta diaria de entre 2 y 2.5 litros de agua, esencial para funciones vitales como la hidratación, la función diurética y la detoxificación del organismo. La popularidad del agua con gas se basa en la percepción de sus beneficios, especialmente en la mejora de la digestión y la reducción de la hinchazón abdominal, al contener dióxido de carbono que estimula la producción de ácido clorhídrico.
Sin embargo, la nutricionista Blanca García-Orea advierte que su consumo debe ser moderado. Un vaso pequeño de agua con gas antes de las comidas puede facilitar la digestión sin provocar molestias, pero excederse puede causar el efecto contrario, generando distensión abdominal. Para quienes experimentan digestiones lentas, el agua con gas puede ser una buena alternativa, siempre que se consuma con prudencia. Así, mientras el agua sin gas sigue siendo fundamental para la salud, el agua con gas puede ser un aliado ocasional en la búsqueda del bienestar digestivo.
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