En una jornada que pintaba para ser intensa en el Tour de Francia, el equipo de Jonas Vingegaard y sus rivales optaron por reducir la velocidad tras el aparatoso incidente del ciclista esloveno. El sobresalto ocurrió cuando, por un momento, perdió el control de su bicicleta, y se dirigía peligrosamente hacia una acera, lo que provocó una reacción inmediata entre los competidores presentes. «Me asusté cuando vi la acera. Iba directo con la cabeza», declaró el esloveno al cruzar la meta, donde se le pudo observar con visibles rasguños.
Este gesto de deportividad y compañerismo permitió que la carrera continuara sin mayores contratiempos, asegurando así la seguridad de todos los ciclistas. La caída del esloveno puso en evidencia la peligrosidad del recorrido, generando preocupación tanto entre los corredores como en los organizadores del evento. A pesar del accidente, el ciclista llegó a la línea de meta, demostrando su resistencia y determinación. La situación destaca la importancia de la prudencia y el respeto mutuo en las competiciones de alto nivel.
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