La creciente presencia de plásticos y microplásticos en el mundo ha alcanzado niveles alarmantes, con un impacto potencialmente serio en la salud humana. Los plásticos contienen más de 10.000 sustancias químicas, incluidas carcinógenos y disruptores endocrinos, y se han infiltrado en la cadena alimentaria, el aire y el agua. Investigaciones recientes han detectado microplásticos incluso en órganos como el cerebro, el hígado y los riñones. Aunque la ciencia aún no comprende completamente los efectos a largo plazo de estos materiales minúsculos, hay indicios de que pueden causar daños en el ADN y están asociados con múltiples enfermedades. Este problema se agrava con la proyección de que la producción de desechos plásticos podría triplicarse para 2060, alcanzando más de mil millones de toneladas.
La comunidad científica está abordando el desafío de entender las consecuencias de los microplásticos en la salud. Investigadores como Emma Calikanzaros y Ethel Eljarrat subrayan las dificultades metodológicas para estudiar estos contaminantes debido a la omnipresencia de microplásticos, incluso en ambientes de laboratorio, y la heterogeneidad de los polímeros involucrados. Estudios han mostrado vínculos entre microplásticos y enfermedades cardiovasculares, alteraciones del microbioma intestinal y enfermedades inflamatorias. A pesar de la carencia de evidencia concluyente sobre su toxicidad en humanos, los expertos recomiendan precaución y acciones preventivas, como reducir el uso de productos plásticos y evitar su calentamiento en el microondas, para mitigar la exposición y sus posibles riesgos para la salud.
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