El temor a que Donald Trump se declare presidente durante la noche electoral antes de finalizar el conteo es tangible, no solo entre los demócratas, sino también entre sus propios aliados y miembros del Partido Republicano. Este miedo se origina tras los sucesos del 6 de enero de 2021, cuando el Capitolio de Estados Unidos fue asaltado por seguidores del magnate, resultando en la pérdida de seis vidas. Trump ha mantenido un discurso consistente frente a sus seguidores, asegurando en eventos recientes que solo aceptará resultados que considere «justos y legales», rechazando la posibilidad de derrota a menos que haya «trampas». Este tipo de declaraciones ha llevado a muchos, incluidos sus compañeros de partido, a revivir la inquietud de situaciones similares a las de hace cuatro años cuando los resultados electorales se cuestionaron antes de ser oficialmente declarados.
Las elecciones venideras presentan un panorama ajustado, con Kamala Harris apenas un punto y medio por encima de Trump en las encuestas de voto popular. La situación podría llevar a que los resultados tarden en conocerse, como ha sucedido en comicios anteriores; de hecho, en 2020, los resultados finales se dieron a conocer cuatro días después de las elecciones debido al proceso de escrutinio de votos por correo. La sombra de un fraude electoral, avivada desde distintos frentes, podría complicar aún más el proceso, pese a que investigaciones en estados clave no encontraron evidencia significativa de fraude en las elecciones pasadas. Mientras tanto, los esfuerzos para garantizar un proceso electoral seguro y transparente se han intensificado, con mayor coordinación y preparación por parte de funcionarios y colectivos legales. Sin embargo, el ambiente tenso y las posibles maniobras legales en juego sugieren un periodo electoral potencialmente conflictivo.
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