En una medida que señala un giro significativo en la política exterior estadounidense, el presidente Donald Trump ha enviado a Marco Rubio a Latinoamérica en su primer viaje como secretario de Estado. Este movimiento estratégico busca reafirmar la influencia de Estados Unidos en una región que ha sido testigo de la creciente presencia de China y enfrenta desafíos compartidos como la crisis migratoria y el tráfico de drogas. El viaje de Rubio, quien destaca por ser el primer secretario de Estado estadounidense de origen latino y por su dominio del español, se centrará en reforzar alianzas con países como El Salvador, Panamá, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana. La agenda incluye negociaciones sobre acuerdos de repatriación de migrantes, impulsados por la necesidad de cumplir con la promesa de la Administración Trump de reducir la inmigración masiva y fortalecer la seguridad fronteriza.
Sin embargo, esta renovada atención de Estados Unidos hacia Latinoamérica viene acompañada de desafíos geopolíticos complejos. La presencia consolidada de China en Latinoamérica, especialmente alrededor del estratégico Canal de Panamá, es motivo de preocupación para Washington. Se teme que un mayor acercamiento estadounidense conlleve presiones externas y dependencia económica para los países latinoamericanos, además de generar tensiones diplomáticas, como las recientemente observadas con Colombia. Mientras tanto, los efectos de estas políticas migratorias más estrictas podrían provocar un redireccionamiento de la migración hacia Europa, incrementando la presión sobre sus sistemas de asilo y migración. La capacidad de Estados Unidos para manejar estas dinámicas sin alienar a sus socios regionales será crucial, mientras trata de contrarrestar la influencia económica de China y mantener su posición predominante en el hemisferio occidental.
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