Una reciente investigación publicada por ‘The Wall Street Journal’ revela que el Departamento de Defensa de Estados Unidos ha estado frenando discreta pero consistentemente la aprobación de operaciones militares que impliquen ataques profundos en suelo ruso. Esta medida busca evitar una escalada en el conflicto, dado el potencial riesgo de provocar una respuesta militar directa por parte de Rusia. Según fuentes cercanas a la situación, el objetivo es limitar las operaciones a acciones que no atraviesen las fronteras rusas, manteniendo así un margen de contención estratégica en medio de tensiones internacionales.
Esta política de restricción se enmarca en un contexto de cautela en la política de defensa estadounidense, priorizando la estabilidad regional y minimizando las posibilidades de conflicto armado directo entre grandes potencias. Las decisiones de no autorizar algunos ataques se toman tras rigurosos análisis de inteligencia y consideraciones diplomáticas, fortaleciendo un enfoque de prudencia que busca respaldar a los aliados sin cruzar líneas potencialmente peligrosas. Este enfoque destaca la complejidad de las decisiones militares en un panorama global tenso y lleno de incertidumbres.
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