El reciente encuentro entre el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, y los aliados europeos ha dejado un sabor agridulce para Ucrania. A pocos días del tercer aniversario de la invasión rusa, Hegseth manifestó un pesimismo evidente al calificar como «poco realista» la posibilidad de que Ucrania recupere las fronteras previas a 2014, un año crucial en el que Rusia anexó Crimea y fomentó movimientos prorrusos en el Donbás. Además, Hegseth descartó la entrada de Ucrania a la OTAN, una reivindicación clave del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, para asegurar garantías de seguridad ante futuras agresiones rusas. Aunque algunos aliados como el Reino Unido podrían contemplar esta opción una vez terminada la guerra, la situación actual refleja profundas diferencias dentro de la alianza.
Por otra parte, la postura esbozada por Hegseth arroja luz sobre el enfoque de la administra Trump hacia Ucrania, caracterizado por un pragmatismo geopolítico que implica la posibilidad de concesiones territoriales a Rusia para evitar prolongar el conflicto y evitar más sufrimiento. Mientras tanto, Rusia continúa consolidando su control sobre aproximadamente el 20% del territorio ucraniano. Dentro de este contexto, las declaraciones del secretario de Defensa reflejan también un cambio en la estrategia de Estados Unidos, instando a los aliados europeos a asumir un papel más protagónico en la defensa del continente, amenazas más urgentes como China exigen ahora la atención prioritaria de Washington. Este realineamiento estratégico ha generado inquietud sobre el compromiso estadounidense en la seguridad europea, especialmente en un escenario donde el gasto en defensa de Rusia supera el de todos los países europeos combinados.
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