Estados Unidos ha intensificado sus esfuerzos para frenar el flujo de drogas a través de sus fronteras con el despliegue de tres destructores en aguas cercanas a Venezuela en el Caribe. La Casa Blanca, a través de su portavoz Karoline Leavitt, ha enfatizado su determinación de utilizar «todos los elementos de su poder» para llevar a los responsables de estos crímenes ante la justicia. Este operativo, que involucra a 4.000 soldados, es parte de la estrategia del gobierno de Donald Trump para combatir los carteles de la droga en América Latina, considerados ahora como amenazas a la seguridad nacional. Además, se han asignado recursos adicionales, como aviones de espionaje y submarinos, para reforzar la presencia militar en la región.
En un giro de las tensiones diplomáticas, el presidente Nicolás Maduro ha respondido al despliegue estadounidense mediante la movilización de cuatro millones de efectivos de la Milicia Nacional en Venezuela, buscando así defender la soberanía del país. Mientras tanto, el gobierno de Trump ha elevado a 50 millones de dólares la recompensa por información que conduzca a la captura de Maduro, acusado de liderar el cartel de los Soles. La administración republicana ha designado a varias organizaciones en América Latina, incluidas pandillas y carteles, como grupos terroristas extranjeros, una medida que refleja la gravedad con la que perciben la amenaza que representan estas entidades para la seguridad de Estados Unidos.
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