La tensión entre Estados Unidos y China suma un nuevo episodio con el reciente anuncio de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) sobre restricciones a la tecnología china en la infraestructura crítica de cables submarinos. Brendan Carr, comisionado de la FCC, ha expresado preocupaciones legítimas sobre el potencial uso de estos cables por parte de empresas como Huawei y ZTE para realizar actividades de espionaje y ciberataques.
La inmensa mayoría del tráfico internacional de datos, un asombroso 99%, depende de unos 400 cables submarinos. Por esta razón, Washington está decidido a asegurar que esta red vital no dependa de tecnología poco confiable. Esta política restrictiva es parte de un esfuerzo más amplio para proteger las comunicaciones que sostienen no solo la vida civil, sino también la seguridad nacional.
El escepticismo hacia la tecnología china no es nuevo. Ya en 2020, la FCC detuvo proyectos de cables con destino a Hong Kong, y en 2024, fortaleció las regulaciones sobre proveedores extranjeros. Estados Unidos ve como un riesgo real la posibilidad de sabotajes, subrayado por incidentes recientes como el corte de cables entre Taiwán y el continente, atribuido a buques chinos.
Europa también ha comenzado a replantear su dependencia de fabricantes chinos en sus redes. Países como España han tomado medidas cautelares, mientras que la Unión Europea evalúa con atención los riesgos tras cortes de cables en el Mar del Norte y el Mediterráneo.
Este movimiento no se limita a lo técnico; es esencialmente estratégico. En un mundo cada vez más interconectado, el control de las infraestructuras digitales es sinónimo de poder. Para EE.UU., limitar la influencia china es clave para proteger su soberanía digital. En respuesta, China sigue expandiendo su red de infraestructuras globales, particularmente en regiones como África, Asia y América Latina, en una pugna silenciosa pero crucial por el dominio de la conectividad del futuro.
Las acciones de la FCC destacan un mensaje claro a sus aliados: en la era digital, la confianza debe ir más allá de lo técnico y considerar también las implicancias geopolíticas.
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