En un fallo que marca un precedente en las disputas comerciales entre gigantes tecnológicos, la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos (ITC) ha dictaminado una sanción sin igual contra la empresa china BOE Technology Group. La prohibición de importar paneles OLED durante 14 años y 8 meses es vista como una respuesta contundente al uso indebido de secretos comerciales pertenecientes a Samsung Display.
Samsung Display, tras acusar a BOE de acceder a su información confidencial mediante la contratación de ex empleados y aprovechando acuerdos con proveedores clave, ha logrado una victoria que podría redefinir el mercado de pantallas. La ITC concluyó que BOE se benefició de “medios indebidos” para apropiarse de los secretos comerciales, infligiendo un daño significativo a la compañía surcoreana.
Esta sanción, además de limitar las operaciones de BOE en suelo estadounidense, impone un depósito del 100% para cualquier intento de importación temporal durante la revisión, lo que obstaculiza aún más su acceso al mercado.
La medida representa un golpe directo a la estrategia de BOE, que había capturado el 22,7% del mercado de pequeños paneles OLED para dispositivos como el iPhone, superando a competidores como LG Display. De confirmarse el fallo en noviembre, Samsung y otros fabricantes surcoreanos podrían reforzar su dominio en este segmento, beneficiándose de la disminución de la competencia china.
Pero el conflicto entre BOE y Samsung va más allá de una mera disputa empresarial: es un capítulo más en la creciente rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China. La administración Biden ha intensificado su escrutinio sobre compañías chinas por presuntas prácticas desleales, y la severidad de esta sanción subraya la posición de Washington de proteger su propiedad intelectual y sus intereses estratégicos.
Este caso podría tener implicaciones más amplias, sugiriendo un endurecimiento de las políticas de EE. UU. hacia otras empresas extranjeras en sectores críticos como los chips y la inteligencia artificial. La narrativa de «seguridad económica» parece ganar terreno, estableciendo estándares nuevos para las operaciones comerciales internacionales.
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