La novela «La ciudad de los prodigios», considerada una de las más destacadas del último Premio Princesa de Asturias, ofrece una visión detallada de la transformación de Barcelona de una ciudad provinciana a una metrópoli cosmopolita. El autor, Eduardo Mendoza, explora las tensiones históricas entre Madrid y Barcelona, destacando el desdén hacia los Borbones que persiste entre muchos barceloneses. La narrativa se centra en eventos históricos como la Exposición Universal de 1888 y las Olimpiadas de 1992, marcando los esfuerzos repetidos para «limpiar» la ciudad en nombre del progreso, y la forma en que estas transformaciones impactaron a sus habitantes, desde travestis y prostitutas hasta aristócratas.
El relato de Mendoza subraya el recurrente costo económico y social de estos eventos de grandeza, desde el consumo desmedido de recursos hasta la demolición de barrios para dar paso a nuevas construcciones. Con un enfoque irónico y crítico, el escritor detalla cómo el deseo de exhibir modernidad llevó a la creación de infraestructuras emblemáticas, como el pabellón de Mies van der Rohe y la fuente en Montjuïc. Sin embargo, también expone las raíces del recelo y el malestar hacia el centralismo y el poder borbónico, reflejados en las represalias sufridas por Cataluña tras la Guerra de Sucesión, y la continua convivencia con los vestigios de esa opresión, narrando cómo Barcelona logra reinventarse a lo largo de los siglos.
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