Desde los 14 años, un veterano limpiabotas se ha dedicado a dar lustre al calzado en las calles de Madrid, convirtiéndose en un testimonio vivo de la tradición y el arte de su oficio. Con una mezcla de orgullo y determinación, defiende su profesión ante quienes podrían subestimarla. Insiste en la importancia y el valor del trabajo que realiza, comparándolo con cualquier otra labor esencial, como la de una asistenta que cuida de la limpieza del hogar. Su dedicación y amor por su trabajo han hecho que sea una figura conocida y respetada en su comunidad, además de un ejemplo de resistencia y autenticidad en un mundo donde muchas tradiciones están desapareciendo.
Pese a la modernización y los cambios en el sector del calzado, su clientela se mantiene fiel, reconociendo la habilidad y dedicación que imprime en cada servicio. Su pequeño lugar de trabajo se ha convertido en un espacio emblemático donde se valora el arte de un buen lustre, un rincón donde la historia y la pasión por el detalle se encuentran con cada cepillada y aplicación de cera. En un entorno que continuamente avanza hacia la industrialización y automatización, este limpiabotas representa la esencia de un Madrid más tradicional, recordando a todos la importancia de valorar y preservar los oficios de antaño.
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