El hígado graso, una afección metabólica silenciosa que afecta a un cuarto de la población mundial y a la mitad de aquellos con diabetes, está emergiendo como una preocupación médica significativa. El Dr. Alfredo Yoldi, endocrinólogo de la Policlínica Gipuzkoa, advierte sobre los riesgos asociados a esta patología, que incluyen inflamación, fibrosis y potencialmente cáncer de hígado. Aunque a menudo asintomática, el cansancio persiste como uno de los pocos síntomas percibidos.
El diagnóstico se basa principalmente en análisis clínicos y pruebas de imagen, y hasta ahora, los tratamientos tradicionales han enfatizado cambios en el estilo de vida, como mejoras en la dieta y actividad física. Sin embargo, la investigación en fármacos, particularmente en el uso de semaglutida, trae una nueva esperanza. Este medicamento, conocido por su eficacia en el tratamiento de la obesidad, ha demostrado en estudios recientes una reducción significativa en los marcadores de inflamación hepática.
Yoldi señala que, aunque el uso de semaglutida para el hígado graso no está oficialmente aprobado, sus beneficios potenciales han sido destacados en publicaciones de renombre como el New England Journal of Medicine. Los pacientes en etapas iniciales han visto una reducción del 60% en la inflamación hepática, y aquellos con fibrosis avanzada experimentaron mejoras de hasta el 35%.
A pesar de estos hallazgos prometedores, el endocrinólogo advierte sobre los posibles efectos secundarios, tales como náuseas y vómitos, y resalta la importancia de que el tratamiento farmacológico sea supervisado médicamente. «La medicación debe ser un complemento a un cambio de estilo de vida», afirma Yoldi, subrayando que la decisión personal de adelgazar, mantener una dieta saludable y realizar ejercicio regular sigue siendo fundamental para abordar eficazmente el hígado graso.