Donald Trump enfrenta una decisión crucial que podría influir tanto en su legado personal como en la estabilidad mundial. Ha dado un plazo de 15 días para deliberar sobre la posibilidad de atacar Irán, específicamente la planta nuclear de Fordow, empleando las poderosas bombas de 14 toneladas del arsenal estadounidense. Este periodo servirá para medir el apoyo republicano, ya dividido, y analizar cómo el Congreso podría actuar ante una declaración de guerra. Trump, conocido por su desdén hacia el proceso legislativo, podría optar por actuar de manera unilateral, siguiendo antecedentes previos. Las implicaciones de un ataque son vastas: la inestabilidad mundial, el aumento de precios del petróleo y potenciales respuestas violentas de Irán y aliados podrían redefinir la política internacional.
Durante este tiempo, también se observa la influencia del primer ministro israelí, Netanyahu, quien busca asegurar la destrucción de Fordow y posiblemente un cambio de régimen en Irán. La estrategia de Trump incorpora un ultimátum a Irán para abandonar su programa nuclear, en contraste con las demandas iniciales aceptadas por Washington en negociaciones pasadas pero rechazadas bajo presión israelí. La decisión de Trump de retrasar cualquier acción militar se percibe como un respiro temporal, aunque las tensiones permanecen altas. Mientras tanto, Europa busca intervenir diplomáticamente para evitar un conflicto escalado, pese a la reticencia de la Casa Blanca a considerar sus propuestas. Esta pausa ofrece una breve oportunidad para la diplomacia, aunque el carácter impredecible de Trump mantiene al mundo en vilo.
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