En un contexto internacional cada vez más complejo, los líderes mundiales intentan encontrar el equilibrio adecuado al relacionarse con el presidente estadounidense, Donald Trump, cuyo temperamento impredecible podría desestabilizar alianzas cruciales. Durante la reciente cumbre de la OTAN en La Haya, se observaron esfuerzos coordiales y calculados de diversas personalidades políticas, como el secretario general Mark Rutte y el presidente francés Emmanuel Macron, quienes mantuvieron conversaciones con Trump para asegurar una cooperación continua sin suscitar discordias innecesarias.
Sin embargo, no todas las interacciones han sido tersas. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum Pardo, anunció represalias contra los aranceles impuestos por Trump, reflejando tensiones económicas significativas entre ambos países. Mientras tanto, el panorama global se complicó más con la invitación del primer ministro británico, Keir Starmer, entregada en persona al mandatario estadounidense en la Casa Blanca, en un intento por fortalecer relaciones bilaterales. A medida que el presidente sigue cultivando su reconocimiento internacional, las distintas potencias intentan manejar con cautela y diplomacia la relación con un inquilino de la Casa Blanca que exige una mezcla precisa de halagos y firmeza.
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