Cuando una infidelidad lleva a una separación, la gestión emocional y comunicativa del proceso es fundamental, especialmente cuando hay niños involucrados. Según expertos en relaciones y crianza, la tentación de dejarse llevar por el rencor puede resultar perjudicial para todos los miembros de la familia. Recomiendan abordar la situación con discreción y protección hacia los menores, quienes pueden verse profundamente afectados por los conflictos de sus padres. Aún cuando la evidencia de la infidelidad es clara, los especialistas sugieren manejar la información con cautela, asegurándose de que la honestidad no se convierta en un arma que incremente el daño emocional.
Sin embargo, cuando los niños perciben que algo anda mal o si han presenciado indicios claros del conflicto, los expertos apoyan la sinceridad adaptada a su nivel de comprensión. La clave, según ellos, está en equilibrar la verdad con la empatía, asegurándose de no cargar a los menores con las complejidades de situaciones adultas para las que no están preparados emocionalmente. Así, se promueve un ambiente de confianza donde los hijos puedan expresar sus emociones y dudas, sin sentir que deben cargar con las consecuencias del quiebre de la relación parental. En última instancia, la forma en que se comunique y maneje esta difícil verdad puede influir en cómo los hijos enfrentarán sus propias relaciones en el futuro.
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