Desde 2019, el panorama económico familiar ha experimentado cambios significativos, con un marcado aumento en el consumo de servicios. Esta tendencia refleja un giro en las prioridades de gasto de las familias, que han destinado más recursos a servicios en lugar de bienes materiales. Factores como la digitalización, el auge del sector tecnológico y las nuevas dinámicas laborales han impulsado esta transformación, favoreciendo la contratación de servicios que faciliten la vida cotidiana y el trabajo remoto. Según datos recientes, servicios como el entretenimiento en streaming, la educación en línea y la entrega de alimentos a domicilio han visto un crecimiento notable.
Especialistas económicos destacan que este comportamiento de consumo es indicativo de una adaptación a las nuevas realidades post-pandemia, donde la comodidad y el acceso inmediato se han convertido en demandas primordiales para los hogares. Además, la inversión en bienestar personal y servicios de salud ha aumentado considerablemente, reflejando una mayor concienciación por el cuidado físico y mental. Este cambio de paradigma también se ve impulsado por un mercado laboral más flexible, que permite a las familias destinar recursos a experiencias que mejoren su calidad de vida y promuevan el equilibrio entre la vida personal y profesional.
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