El presidente está intensificando sus esfuerzos para consolidar su poder político al tiempo que redobla su ofensiva contra las ciudades santuario, en un intento por avivar el temor al «invasor extranjero». Este enfoque busca reforzar su base de apoyo presentándose como un defensor de las fronteras y la seguridad nacional, en un contexto donde las políticas migratorias se han convertido en un campo de batalla central. Tales acciones están generando intensas reacciones tanto de partidarios como de detractores, quienes ven en esta estrategia un intento por desviar la atención de otros desafíos internos.
Asimismo, el presidente está utilizando esta táctica como parte de una estrategia más amplia para eliminar a un prominente rival demócrata, tratando de desplazar el foco hacia asuntos de seguridad y orden público. Este movimiento, alineado con su discurso proteccionista, busca minar la credibilidad de sus adversarios políticos al asociarlos con políticas migratorias permisivas. Las ciudades santuario, que defienden los derechos de los inmigrantes, están siendo presentadas como un símbolo de la amenaza que, según su retórica, se cierne sobre la nación, polarizando así aún más el panorama político.
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