En un acto cargado de simbolismo y tradición, la presidenta del Ejecutivo autonómico ha encabezado, por primera vez en la emblemática Puerta del Sol de Madrid, la ceremonia de entrega de las Grandes Cruces del 2 de Mayo. Durante su intervención, destacó la esencia de la visión española de la vida, una perspectiva que, según ella, brilla con especial intensidad en la capital, recogiendo influencias y acentos de diversas procedencias.
La presidenta hizo un énfasis particular en el legado histórico de los españoles, resaltando cualidades como la eficacia, la imaginación, y el valor, siempre mantenidas con un sentido profundo de humanidad. «Las hazañas de los españoles durante siglos de Historia hablan por sí solas», afirmó, subrayando además el papel de las madres y abuelas como figuras emblemáticas que perpetúan estas cualidades desde «alguna parte». Un legado que, en sus palabras, garantiza que los españoles no se dejarán someter ni avergonzar ante el mundo, manteniéndose siempre alejados de la crueldad, el egoísmo, la indiferencia y la cobardía.
La celebración también fue un reconocimiento a la particular forma de ser del pueblo madrileño, descrito por la mandataria como trabajador y poseedor de una alegría de vivir que abarca tanto al presente como al porvenir. Invitó a quienes tengan dudas sobre esta singularidad española a visitar Madrid y experimentar de primera mano esta forma de ver la vida, reflejada en cada rincón de la ciudad.
En su alocución, Díaz Ayuso no dejó pasar la oportunidad de recordar que Madrid siempre ha tenido un impacto que trasciende sus límites geográficos, resonando en toda España, Hispanoamérica y el mundo. «Todo lo que pasa en Madrid resuena en toda España», recalcó, haciendo referencia histórica a los sucesos del 2 y 3 de mayo de 1808 y al papel de Felipe II al establecer Madrid como la capital del país.
Finalmente, evocó el espíritu combativo del pueblo madrileño durante la invasión francesa de 1808, señalando que aquellos eventos fueron un claro ejemplo de que, unidos, los españoles podían enfrentar cualquier desafío. «Demostramos que Napoleón no era invencible», concluyó, reafirmando la capacidad histórica de España para influir en el contexto europeo y su continuo empeño por ser una nación occidental y europea, arraigado en un pasado romano y visigodo.