En una noche de incertidumbre y alarma, el huracán Milton ha golpeado el estado de Florida con una ferocidad que mantiene a millones de sus residentes en vilo. Con un impacto inicial en Siesta Key, al sur de Tampa, alcanzó la costa con vientos sostenidos de hasta 193 kilómetros por hora a pesar de haber sido degradado a categoría 1. Las previsiones meteorológicas alertaron sobre marejadas peligrosas de hasta cuatro metros y una precipitación potencialmente devastadora de 46 centímetros en algunas zonas, lo que genera un riesgo palpable de inundaciones severas en vastos sectores del estado. En Tampa, las escenas de caos incluyeron transformadores explotando, vehículos arrastrados por el viento y el histórico Tropicana Field, despojado de su techo, aumentando los temores sobre la magnitud de los daños y las pérdidas humanas.
La respuesta a esta calamidad ha sido masiva. El gobernador Ron DeSantis ha calificado la movilización de recursos como quizás la más grande en la historia de Florida, reuniendo a miles de miembros de la Guardia Nacional, equipos de rescate, y recursos esenciales como combustible en una operación extensa de mitigación. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, se reconoció que no será posible evitar las muertes, reflejando una sombría realidad en la que Florida ha encontrado fortaleza a lo largo de la historia. Con un total de siete millones de evacuados ante el temor de un desastre como el vivido con el huracán Helene semanas atrás, el recuerdo fresco de las marcas de agua en las calles y hogares sirve como un oscuro presagio de las luchas que esperan tras el paso de Milton. A medida que el huracán avanza hacia el Atlántico y disminuye su intensidad, la devastación de esta noche deja a Florida en un estado de recuperación que aún no ha revelado su totalidad.
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