El impacto devastador de un misil balístico ruso en un edificio residencial de Kiev dejó un saldo de 31 muertos y más de 150 heridos, con pérdidas significativas entre la población infantil. El ataque tuvo lugar durante un intenso bombardeo nocturno, que duró más de seis horas y fue característico de la táctica rusa de saturar las defensas aéreas con oleadas de drones y misiles. El misil alcanzó un edificio de 10 plantas en la calle Ivan Dziuba, marcando el segundo ataque más mortífero en la capital ucraniana desde el inicio del conflicto. Los sobrevivientes han comenzado a recoger sus pertenencias, mientras que la comunidad, en señal de homenaje, ha convertido un árbol del parque local en un memorial con flores y velas.
En respuesta, Ucrania solicitó una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU, buscando ejercer presión internacional sobre Rusia para alcanzar un alto el fuego. Sin embargo, Vladímir Putin se mantiene firme en sus objetivos, mientras que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha autorizado el envío de armamento a Ucrania y ha propuesto sanciones económicas adicionales. En lo que va del año, el uso de misiles rusos ha incrementado significativamente, intensificando el impacto sobre la población civil. A medida que el conflicto avanza, la ONU prevé que julio podría ser un mes particularmente letal para los civiles, con un número cada vez mayor de ataques con drones y misiles.
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