En la mañana de este domingo, un devastador ataque con misiles balísticos golpeó una zona residencial en el centro de Sumi, una ciudad ucraniana cercana a la frontera rusa, causando al menos 31 muertes, incluidos dos niños, y dejando más de 80 personas heridas. El alcalde de Sumi, Artem Kobzar, describió el incidente como una «terrible tragedia» que ocurrió durante las celebraciones de Domingo de Ramos. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, expresó su indignación a través de las redes sociales, condenando el ataque y etiquetándolo como un acto de terror dirigido a civiles inocentes. Las Fuerzas Aéreas ucranias indicaron que el ataque se originó desde Kursk, una región rusa en el centro del conflicto actual, donde Rusia ha concentrado un gran número de tropas. La violenta agresión se enmarca en un contexto de negociaciones interrumpidas y una propuesta de alto el fuego no respondida por Moscú.
El ataque sobre Sumi se produjo solo días después de que el enviado estadounidense a Rusia intentara reavivar el diálogo con Moscú, esfuerzo que parece haber fracasado tras este nuevo episodio de violencia. Estados Unidos y la comunidad internacional, representada por la alta representante de la Unión Europea, Kaja Kallas, han condenado el bombardeo, calificándolo como un flagrante incumplimiento de los acuerdos de alto el fuego previamente establecidos. En paralelo, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha expresado sus críticas a Rusia por sus continuas ofensivas, sugiriendo que estas acciones podrían tensar aún más las ya complicadas relaciones diplomáticas. Mientras tanto, las cifras de víctimas civiles siguen aumentando, con más de 12.700 muertos desde el inicio de la invasión en 2022, un panorama que subraya la necesidad de una respuesta internacional eficaz para detener la espiral de violencia y alcanzar la paz.
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