El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha justificado la imposición de aranceles a México, Canadá y China, que en principio entrarían en vigor este martes, bajo la premisa de combatir la crisis del fentanilo, droga que, según cifras de la Casa Blanca, ha causado la muerte a «decenas de millones» de estadounidenses. Sin embargo, las estadísticas muestran que durante el pico de la crisis de los opioides, las muertes por sobredosis en general ascendieron a 114,000 al año, una cifra que dista considerablemente de las afirmaciones de Trump. Aunque la medida se ha presentado como una respuesta directa a la emergencia sanitaria, existe un trasfondo económico, ya que Trump ha manifestado su preocupación por los déficits comerciales con estos países, motivo que también ha sido utilizado anteriormente en su política proteccionista.
El impacto de los aranceles, no obstante, es cuestionado dado que los países involucrados han reaccionado prometiendo más medidas de control fronterizo en lugar de abordar directamente el tráfico de fentanilo. México ha anunciado un refuerzo con 10,000 efectivos en su frontera, y Canadá ha iniciado un plan de seguridad fronteriza millonario, aunque ambos compromisos parecen ser en parte promesas recicladas de anteriores acuerdos. La producción de fentanilo está centralizada mayoritariamente en China, donde los ingredientes se elaboran antes de ser manipulados por cárteles en México que los distribuyen en Estados Unidos. Trump ha respondido retrasando la aplicación de los aranceles hasta el 1 de marzo, dando tiempo para llegar a un consenso sobre medidas más efectivas en el control de drogas y migración ilegal. Sin embargo, la vaguedad y las cambiantes justificaciones del presidente estadounidense reflejan un enfoque táctico, que usa la presión económica como herramienta diplomática, dejando en el aire cuáles son sus verdaderas expectativas de los acuerdos internacionales.
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