En la manifestación que tuvo lugar en la plaza del Parlamento, se desataron actos de violencia en las calles aledañas, convirtiéndose en un foco de tensión y conflicto. La policía intentó dispersar a los manifestantes, pero se encontraron con resistencia, especialmente de un grupo compuesto por personas mayores y discapacitadas que se negaron a abandonar el lugar. Este sector de la protesta dejó claro su propósito de permanecer firmes en sus demandas, resaltando la diversidad y amplitud del descontento social presente en el evento.
Los enfrentamientos despertaron preocupaciones sobre el uso de la fuerza y la gestión de las protestas por parte de las autoridades. La situación evidenció la complejidad de manejar manifestaciones donde convergen diferentes grupos demográficos con sus propias vulnerabilidades y razones para protestar. A medida que la tensión crecía, se volvió crítico buscar mecanismos de diálogo para evitar agravamientos y alcanzar soluciones pacíficas que tomen en cuenta las variadas necesidades de todos los participantes.
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