La incidencia del cáncer de tiroides ha experimentado un notable incremento en los últimos años, afectando al 1% de la población, con un diagnóstico de más de 6,400 casos nuevos en 2024. Este aumento es casi cuatro veces más frecuente en mujeres. El diagnóstico precoz y los avances en los tratamientos están mejorando las tasas de supervivencia, que actualmente alcanzan un 90%. Expertos del sector médico destacan la importancia de identificar tempranamente esta enfermedad para optimizar las intervenciones y mejorar la respuesta a los tratamientos. A pesar de que los nódulos tiroideos se encuentran comúnmente en un 68% de las personas, solo un 4-5% son malignos, siendo los carcinomas papilar y folicular los tipos más habituales, ambos con buen pronóstico cuando se detectan a tiempo.
La aparición de un bulto en el cuello es el síntoma más común y debe ser evaluado rápidamente por un profesional, ya que si bien puede ser benigno, es crucial descartar malignidad. Otros síntomas a tener en cuenta incluyen dolor en el cuello, disfonía, ronquera y dificultades para tragar o respirar. La evaluación clínica, acompañada de pruebas como ecografías y biopsias, permite un diagnóstico preciso y eficaz del cáncer de tiroides. El tratamiento varía según la agresividad y extensión del tumor, desde la observación hasta intervenciones quirúrgicas complejas como la lobectomía y la tiroidectomía total. Las complicaciones postoperatorias son generalmente mínimas, aunque pueden aumentar con tratamientos más agresivos. La calidad de vida del paciente puede mantenerse alta, gracias a los avances médicos y la experiencia del personal quirúrgico.
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