La situación en la región ha alcanzado niveles críticos, con el 85% de la población sufriendo cortes de electricidad, lo que dificulta gravemente la vida diaria y obstaculiza las actividades económicas. Las redes móviles están prácticamente inoperativas, dejando a miles de personas incomunicadas y sin acceso a información vital. Esta falta de comunicación añade más tensión a una población que ya enfrenta incertidumbre y ansiedad debido a las condiciones adversas. Las autoridades locales han señalado que están trabajando para restablecer los servicios, pero la magnitud del problema ha evidenciado la vulnerabilidad de la infraestructura, que no está preparada para enfrentar crisis de esta índole.
En paralelo, el suministro de agua, que se había visto comprometido en los últimos días, ha comenzado finalmente a restablecerse. Este pequeño alivio se presenta en un contexto donde la necesidad de acceso a recursos básicos es apremiante. Organizaciones internacionales han comenzado a coordinar esfuerzos para asistir en la emergencia, señalando que las soluciones a largo plazo requerirán una revisión exhaustiva de la infraestructura y una planificación más efectiva para prevenir futuras crisis. En medio de estas dificultades, la resiliencia de la comunidad se ha hecho evidente, con esfuerzos colectivos para compartir recursos básicos y apoyar a los más afectados. Sin embargo, la situación sigue siendo crítica y requiere atención urgente de las autoridades competentes.
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