Las calles del centro de Belgrado se han convertido en el escenario de una multitudinaria manifestación organizada por estudiantes universitarios, quienes han estado protestando de manera sostenida durante los últimos cuatro meses. Sin vinculación con líderes visibles o partidos políticos, estos jóvenes han reunido a miles de personas que comparten su descontento hacia la gestión del presidente serbio, Aleksandar Vucic. Las movilizaciones, caracterizadas por su enorme concurrencia y pacifismo, evidencian un hartazgo creciente en la población joven que reclama transparencia y reformas democráticas. La presión ejercida por este movimiento ha colocado al gobierno en una posición incómoda, desafiando su capacidad para gestionar el descontento social sin recurrir a la represión.
El trasfondo de este estallido social reside en las críticas al autoritarismo percibido del presidente Vucic y su habilidad para controlar las instituciones estatales. La situación ha forzado al gobierno a reconsiderar su enfoque, aunque hasta ahora no ha habido señales claras de un cambio en su postura. Este fenómeno es parte de una tendencia más amplia en Europa del Este, donde movimientos ciudadanos emergen desafiando estructuras políticas tradicionales. Al alejarse de las influencias partidistas, los estudiantes han logrado atraer a un espectro diverso de la sociedad, unificando demandas en torno a principios democráticos y derechos civiles. Las repercusiones de estas manifestaciones podrían ser significativas, no solo para Serbia, sino también para la estabilidad política de la región.
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