Los hermanos Olea Ramírez, cuatro niños mexicanos, fueron vistos por última vez el 17 de septiembre en una comunidad del municipio de Acapulco. Reportados como desaparecidos tres días después, su paradero sigue siendo un misterio. La policía no cuenta con información sobre el lugar exacto donde se les perdió el rastro ni sobre quién notificó su desaparición a Locatel, entidad que emite alertas de búsqueda. María del Rosario, de 13 años; Grisel, de 12; Jesús, de 10; y Yoel, de 8, salieron de su casa juntos y no han sido identificados por los residentes de Kilómetro 30, su último paradero conocido. El comisario municipal, Adán Casarrubias, ha afirmado que, a pesar de las búsquedas y la colaboración con la fiscalía estatal, no hay avances en la ubicación de los menores.
La desaparición de estos niños coincide con una preocupante estadística en México, país donde han aumentado significativamente los casos de desapariciones de menores. Guerrero, el estado donde se reportó la desaparición de los hermanos, es una de las entidades con altas cifras de desapariciones infantiles, con 313 casos. Las desapariciones en menores han crecido este año a nivel nacional, alcanzando cifras históricas, impulsadas por un aumento desde 2006 tras el inicio de la Guerra contra el Narco. A pesar de los esfuerzos, el 15,4% de los menores desaparecidos en México no son localizados, y uno de cada 100 es encontrado sin vida, según la Red de Derechos de la Infancia. Las cifras muestran una preocupación particular por las niñas y adolescentes, quienes son las más reportadas como desaparecidas.
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