En la madrugada del 14 al 15 de abril se conmemoran 113 años del trágico hundimiento del Titanic, un evento que cobró la vida de 1,500 personas y sigue cautivando la atención del público a través de exposiciones, libros y documentales. A lo largo de los años, la búsqueda del principal responsable de esta catástrofe ha sido un tema recurrente de debate. Entre los postulados como culpables figuran Robert Hichens, el contramaestre al timón durante el choque con el iceberg, criticado por no regresar a rescatar a más sobrevivientes, y Stanley Lord, el capitán del SS Californian, que no respondió a las bengalas de socorro del Titanic. El presidente de la White Star Line, Joseph Bruce Ismay, ha sido también señalado debido a las acusaciones de haber presionado para un viaje a alta velocidad y por supuestamente haber asegurado su lugar en un bote salvavidas a costa de otros pasajeros.
La lista de potenciales responsables se extiende al capitán del Titanic, Edward Smith, quien fue acusado de navegar a una velocidad excesiva pese a las advertencias de hielo, aunque se hundió con su barco, un acto a menudo interpretado como de honor. Otros nombres incluyen a David Blair, el segundo oficial que se olvidó de devolver una llave crítica para el acceso a prismáticos, y William Murdoch, el primer oficial falsamente representado en la película de James Cameron como homicida y suicida, quien en realidad murió socorriendo hasta el último momento. En medio de las narrativas complejas y discrepancias de versiones, lo cierto es que la tragedia del Titanic sigue siendo un eco de advertencia sobre la falla humana y el costo de la ambición desmedida.
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