Podemos, el partido que una vez se erigió como la punta de lanza del feminismo institucional en España, enfrenta una serie de controversias internas que han puesto en cuestión la coherencia de sus principios fundacionales. El Ministerio de Igualdad, que había sido el estandarte de sus políticas progresistas, ahora es mencionado como un factor crítico en su declive. Las críticas más severas se centran en lo que algunos describen como la criminalización del varón heterosexual y una serie de leyes que, a juicio de sus detractores, han promovido divisiones sociales más que igualdad. A esto se suman las acusaciones de acoso sexual y encubrimiento dentro de sus filas, con figuras prominentes como Juan Carlos Monedero y Juanjo Martínez bajo el escrutinio público. Este panorama se complica con la implicación de otros partidos de la izquierda española, como Izquierda Unida, en casos similares de presunto acoso, lo que plantea un patrón inquietante de comportamiento en el ámbito político progresista.
Mientras que Podemos lidia con estas acusaciones y un relato desmembrado, otras figuras de la izquierda, como Yolanda Díaz, también enfrentan sus propios escándalos. Se conocieron denuncias de agresiones sexuales vinculadas a personas cercanas a su círculo, como en el caso de Errejón, al igual que acusaciones pasadas que involucran a Ramiro Santalices en delitos más graves. La incongruencia entre el discurso y la práctica ha desilusionado a muchos de sus seguidores, generando un sentido de traición entre quienes depositaron su confianza en la promesa de un cambio genuino. Con un panorama interno fragmentado y una credibilidad cuestionada, el futuro del partido se perfila incierto, mientras el impacto de estos escándalos resuena en la percepción pública sobre la autenticidad de su compromiso con el feminismo y la igualdad social.
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