La Administración de Trump enfrenta un complejo dilema económico relacionado con el creciente déficit comercial de Estados Unidos. A pesar de las legítimas preocupaciones sobre el desequilibrio externo acumulado durante décadas, los intentos de solución mediante aranceles han sido criticados por economistas que consideran que agravan el problema. Según un estudio de Maurice Obstfeld del Instituto Peterson, el déficit no proviene únicamente de la competencia desleal de otros países, sino de una economía interna que gasta más de lo que produce, financiada por grandes cantidades de ahorro extranjero. Obstfeld argumenta que el déficit refleja un excesivo gasto de consumo interno y un elevado endeudamiento del gobierno estadounidense. Además, resalta que mover el conflicto al terreno monetario es erróneo, ya que el privilegio de tener el dólar como moneda de reserva permite a EE. UU. financiarse más barato, situación que no necesariamente debería resultar en un déficit externo.
La Administración de Trump también sostiene que la liberalización del comercio ha dejado a EE. UU. vulnerable frente a prácticas proteccionistas de otros países, y que esto junto con la demanda de reservas en dólares perpetúa el desequilibrio comercial. Sin embargo, Obstfeld destaca que estas ideas simplifican los complejos mecanismos financieros detrás de la relación entre tipos de cambio y déficits comerciales. La situación se complica por factores como el exceso de ahorro global buscando refugio en EE. UU., lo que no impide que las condiciones internas continúen creando un alto consumo privado. Analistas señalan que el verdadero reto reside en reducir el déficit presupuestario para evitar una crisis fiscal, destacando el impacto de políticas internas más que medidas proteccionistas externas. La solución recae en una reestructuración del gasto fiscal y una mayor cooperación internacional, una tarea que, según los expertos, se presenta como crucial pero difícil de implementar bajo las actuales directrices del gobierno de Trump.
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